Esta semana leí el famoso cuento escrito en 1853 "Bartleby, el escribano" y me dejó reflexionando profundamente sobre las reglas no escritas que prevalecen en los ambientes laborales. Una frase tan sencilla como "Preferiría no hacerlo" se transforma en un acto de rebeldía que pone las necesidades del individuo por encima de las expectativas no explícitas impuestas por el sistema.
Herman Melville, en su narración "Bartleby, el escribano", nos presenta un relato aparentemente sencillo, pero que profundiza en cuestiones humanas y sociales complejas, relevantes tanto para la época en la que fue escrito como para la actualidad.
Bartleby es un escribano que trabaja en una oficina de Wall Street y que, de repente, decide que preferiría no hacer las tareas que se le encomiendan. Su famosa respuesta "Preferiría no hacerlo" ante cualquier solicitud, más que un simple rechazo, se convierte en un acto de resistencia pasiva ante un sistema que le es ajeno y que no le permite manifestar su verdadera naturaleza.
Este personaje, a través de su comportamiento, nos muestra una crítica profunda a la estructura laboral y social de la época. Durante el siglo XIX, con la Revolución Industrial en pleno apogeo, los sistemas de trabajo estaban cambiando radicalmente. Las fábricas y las oficinas se convertían en espacios donde la humanidad de los trabajadores quedaba relegada a un segundo plano, convirtiéndolos en meros engranajes de una máquina productiva.
El acto de Bartleby, su resistencia a participar, puede interpretarse como una manera de subvertir este sistema. Al negarse a seguir las reglas no escritas de la oficina, desafía las expectativas de su empleador y pone de manifiesto la alienación que siente. Esta alienación no es solo la distancia entre el trabajador y su trabajo, sino también entre el trabajador y el sistema en el que está inserto.
Melville, con agudeza, presagia un fenómeno que se consolidaría muchos años después: la creciente despersonalización del trabajo y la alienación del individuo en sistemas corporativos donde la identidad y la humanidad quedan opacadas por la eficiencia y la producción. Lo que hace Bartleby es, en esencia, una forma de protesta silenciosa, un acto de desobediencia civil en el espacio más inesperado: la oficina.
La preferencia de Bartleby por no actuar también nos habla de una rebelión más profunda: la de negarse a ser parte de un sistema que tiene reglas ocultas y expectativas tácitas sobre cómo debe comportarse un empleado. El jefe de Bartleby, quien narra la historia, no logra comprender esta resistencia, lo que pone de manifiesto la brecha entre las expectativas del empleador y las necesidades y deseos reales del empleado.
En resumen, "Bartleby, el escribano" es más que una simple historia sobre un empleado renuente. Es una crítica y una reflexión sobre el trabajo, la identidad y la resistencia en un mundo que, cada vez más, busca homogeneizar y estandarizar la experiencia humana. Aunque fue escrito en el siglo XIX, el relato de Melville resuena con fuerza en el mundo actual, recordándonos la importancia de cuestionar, de resistir y de mantener nuestra esencia en un mundo que a menudo parece olvidarla.