Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
El escritor Robert Burton dijo que “el deseo no tiene descanso, es infinito en sí mismo, interminable, como un estante perpetuo o un molino de caballos”.
A lo que Burton se refería con esto es a la característica insaciable del ser humano, también conocida como la adaptación hedonista.
¿Te has puesto a pensar cómo vivían las personas hace miles de años, y qué tan felices eran a comparación de como vivimos ahora nosotros, y lo felices que somos?
La realidad es que el estilo de vida ha cambiado drásticamente, mientras que el grado de felicidad se ha mantenido estable.
Esto nos revela mucho de cómo funcionamos los humanos, pues quiere decir que nada es suficiente para nosotros, y siempre estamos en busca de más.
Ahora, esto no es algo malo, ya que este vacío perpetuo es lo que nos ha llevado a avanzar a grandes pasos en el desarrollo humano y tecnológico, y nos ha posicionado en la cima de la cadena alimenticia.
Quizás por la consciencia de nuestra mortalidad, buscamos siempre la superación personal, pero el punto es que estamos diseñados para siempre querer más y no debemos oprimir esta característica, sino que debemos aprovecharla.
Debemos tener fe de que el humano no está hecho para la mediocridad, sino para alcanzar su máximo potencial y descubrir hasta dónde es capaz de llegar.
Esa es nuestra naturaleza, y por más logros o validaciones que obtengamos siempre nos sentiremos así.
Así mismo, estar consciente de que esta insatisfacción constante es algo humano, nos pone en un plano superior al sentimiento que nos causa.
Por eso, llenar este vacío infinito no debe ser nuestro objetivo final, sino que debemos seguirlo como una brújula que nos reta constantemente, y construir metas en el camino que dependan de nuestro trabajo.
En lugar de interpretar el vacío como algo que tenemos que llenar, debemos verlo como un indicador de hacia dónde debemos avanzar.
Es nuestro trabajo plantearnos metas y otorgarle un sentido al camino que decidamos tomar, ya que de otra manera el vació acabará consumiéndonos.