Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
A veces las propuestas del arte pueden parecer muy radicales o extremas. Sin embargo, debemos entender que lo que propone el arte no es la meta final, sino que es el impulso que lleva a las personas hacia esa dirección.
Usualmente la meta real, o a donde queremos llegar como sociedad, se encuentra en un punto medio entre el status quo y la propuesta de la obra.
Una forma de entender por qué el arte debe ser provocativo, es verlo como un concentrado que agregarás a un recipiente con agua.
El agua representa la sociedad, y el concentrado representa la propuesta de la obra de arte.
Si te tomas el concentrado solo, sin agua, probablemente te sabrá muy fuerte, y no te gustará. Pero si lo agregas al agua, el resultado va a ser mucho más agradable, pues el sabor va a estar en un punto medio.
Si el concentrado tuviera un sabor perfecto desde el inicio, entonces al mezclarlo con el agua el resultado final sería muy débil.
Para poder llegar al resultado deseado, necesitas que el concentrado sea fuerte y que la sustancia en la que lo mezcles se encargue de diluirlo.
El arte debe ser provocativo, pues no debe ser analizado por sí mismo, sino que debe de apreciarse junto al contexto con el que se está mezclando.
El arte es el impulso que busca que las personas lleguen a la meta final, por eso es aceptable que sea extremo, ya que debe estar igual de alejado de la meta final, pero al otro extremo del status quo.
Si la propuesta de la obra de arte refleja la realidad sin esas distorsiones, entonces no contará con la suficiente fuerza para generar un cambio tangible hacia la dirección deseada.
Considera el contexto en el que estás publicando tu trabajo para evaluar el sabor real de su propuesta, y recuerda que es válido pasarte un poco de la línea si tu causa lo amerita.