Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
Uno de los lujos de vivir una vida creativa es que te da permiso de destinar gran parte de tu tiempo a realizar actividades que a simple vista pudieran parecer una pérdida de tiempo.
Actividades como jugar, leer, caminar y viajar pueden formar parte fundamental en el desarrollo de tus obras.
El gran problema se presenta en regular estos tiempos de ocio, que generan conexiones creativas dentro de tu trabajo, y no abusar de ellos.
Es cierto que el tiempo de ocio puede formar una parte importante de tu proceso creativo, pero también es muy fácil dejarse llevar por él, y quedarse flotando en el mar de la inactividad una vez que las conexiones ya están establecidas y sabes qué es lo que tienes que hacer.
Es justo ahí donde se encuentra el verdadero desafío que el creativo debe superar, en el proceso de convertirse en su propio jefe y hacerse responsable de lo que hace y lo que produce.
En convertirse en un profesional y saber distinguir cuándo el ocio es necesario para fomentar su creatividad, y cuándo debe detenerse, si es que el propósito para el que fue requerido ya fue cumplido.
Un profesional sabe que su creatividad puede ser un residuo de su tiempo perdido, pero también entiende que sus obras son un producto de trabajo duro.
Encuentra el balance en tu vida y disfruta las facilidades que te ofrece una rutina poco convencional, pero no olvides tener la madurez necesaria para saber cuándo es hora de aprovechar lo recolectado y ponerse a trabajar.