Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
Un consejo que he seguido al pie de la letra durante toda mi carrera es el de no compartir pedazos de obras que aún no he terminado.
Es cierto que cuando trabajas en un proyecto largo como un libro, un disco o una película, puede resultar muy tentador compartir un pequeño pedazo del mismo para recibir un golpe de dopamina que te haga sentir mejor con todo el trabajo que has hecho.
Sin embargo, hacerlo es una práctica nociva porque compartir ese pedazo te gratifica antes de tiempo.
Esta gratificación provoca que tu idea se “gaste” y tengas menos motivación de terminarla, pues sentirás que ya recibiste una recompensa por la misma.
Por otra parte, compartir un fragmento de una obra antes de tiempo puede finalizar prematuramente una etapa que, una vez que avanzas más y comienzas a ver mejor todo el panorama de tu proyecto, pudiste haber modificado y mejorado después.
Sin embargo, la solución no está en que no compartas fragmentos de tus obras, ya que los fragmentos, como escenas de una película o capítulos de un libro, pueden causar un impacto a veces mayor al de tu obra completa.
La solución está en que compartas los fragmentos con el único requisito de que sean de trabajos que ya hayas terminado.
Al compartir los fragmentos de un proyecto terminado, evitarás cortar su proceso y te servirá como publicidad para atraer a gente nueva a tu trabajo.
Además, hacer esto de forma estratégica también te puede comprar tiempo para trabajar en otro proyecto sin distracciones, ya que en ese tiempo de aislamiento que necesitas para trabajar en tu nuevo proyecto, puedes estar compartiendo los fragmentos de tu obra anterior.
Precisamente esa es la estrategia adopté para escribir este libro. Durante el año en el que lo estuve escribiendo, distribuí fragmentos del contenido de Creativo, mi libro anterior, en videos, podcasts, tweets, entradas de blog, newsletters y demás.
Esto ocasionó que mi trabajo llegará a más personas, aumentando así las ventas de mi libro, y dio la impresión de que seguía activo y publicando en mis redes, cuando en realidad estaba trabajando en aislamiento en el libro que ahora estás leyendo.