Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
En un mundo en el que se premia a la persona que tiene más logros, que conoce a más gente o que avanza más rápido, es necesario recordarnos que nada de eso realmente vale la pena si no lleva consigo un desarrollo interno.
Los logros externos son trofeos huecos si no traen consigo aprendizajes y experiencias que nos brinden el conocimiento para saber cómo actuar en el futuro.
Es importante detener de vez en cuando nuestras actividades rutinarias para reflexionar y analizar la situación en la que estamos, cómo nos sentimos, y si queremos seguir en esa situación o no.
Debemos apagar el piloto automático social que tenemos en el cerebro y reflexionar.
Como decía el filósofo Marco Aurelio “regresar por un momento a lo que dice nuestra filosofía”, y ver si todos los logros y actividades que estamos haciendo están alineados con la misma.
Si fracasamos en esto y nos quedamos mucho tiempo dando vueltas en la rueda del hámster, tomaremos el riesgo de que cuando queramos bajar, entraremos en una crisis existencial por no cuestionarnos la dirección que estábamos tomando y solo seguir indicaciones.
Respira, tómate unos días, analiza lo que estás haciendo y el rumbo que tiene, y decide si es o no para ti.