Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
La frase en latín solvitur ambulando, en español se traduce a “se soluciona caminando”, se usa de forma metafórica para referirse a un problema que solo se puede resolver con un experimento práctico.
Sin embargo, dejando a un lado esa interpretación, y tomándola de forma más literal, el acto de caminar muchas veces es el catalizador que necesitamos para salir de un problema en el que estamos atorados.
El novelista Bruce Chatwin creía que “caminar constituye el remedio soberano para todos los problemas mentales”.
Aunque esto pueda ser muy ambicioso, caminar sí despeja tu mente y te ayuda a catalizar tu creatividad con endorfina para mejorar tu capacidad de hacer conexiones semánticas, y encontrar nuevas soluciones a tus problemas
Caminar sirve como un acto de meditación que te permite desenredar tus cables mentales, y compilar el bulto de información que tienes en la cabeza para poder procesarla.
Caminar agita tu mente y hace que tus ideas se mezclen, tomen un nuevo sentido, tengan sexo, y produzcan ideas aún más interesantes.
La lista de personas que han aprovechado los beneficios de las caminatas largas es inmensa.
Desde filósofos como Nietzsche, que decía que sus ideas le llegaban caminando, inventores como Nikola Tesla, quien descubrió el campo magnético rotativo en una caminata en un parque de Budapest, hasta científicos como Charles Darwin, y autores como Ernest Hemingway.
Caminar es una forma universal de echar a andar el motor de tu cerebro, y ponerlo a trabajar para ver el panorama completo de tus obras.
Cuando te sientas atorado, salte de tu casa y camina.
En el momento en el que tus piernas se empiecen a mover, los pensamientos comenzarán a fluir y distraerás al portero que resguarda tu mente para jugar con tu inconsciente y acceder a modos de ver las cosas que no habías considerado antes.