Este artículo originalmente apareció en mi libro Creativo: 100 consejos para vivir de tu arte.
Tú eres lo que haces y la mayoría de lo que haces lo haces por hábito. Ponte a pensar en acciones tan rutinarias como ponerte los zapatos, ¿qué zapato te pones primero?, o subir las escaleras, ¿qué pie subes primero?
Te garantizo que estas acciones las haces igual cada vez y probablemente ni lo habías notado. Así que si somos lo que hacemos y mucho de lo que hacemos lo determinan nuestros hábitos, ¿no te gustaría poder manipularlos?
Todos tenemos malos hábitos, algunos son muy notorios, como fumar o tomar, y otros más discretos como revisar el celular cuando estamos con alguien. Sin embargo, todos estos hábitos nacen de lo mismo, de una respuesta a una sensación de incomodidad.
Los malos hábitos se disfrazan de soluciones rápidas a estas sensaciones, pero a largo plazo terminan sumando más al problema y muchas veces creando otro nuevo de pasada.
Para deshacernos de estos malos hábitos y empezar a crear unos nuevos, es necesario entender cómo se construyen. Charles Duhigg en su libro The Power of Habit explica cómo los hábitos se forman mediante la conexión de tres componentes: el detonante, la recompensa y la rutina.
Un hábito es una rutina que se ejecuta a partir de un detonante para obtener una recompensa.
Bajo esta premisa, cualquier hábito se puede expresar de la siguiente manera:
Cuando (detonante), yo (rutina) porque me provoca (recompensa).
Cuando me estreso, yo fumo porque me provoca tranquilidad.
Cuando estoy triste, yo como chatarra porque me provoca felicidad.
Cuando estoy aburrido, yo checo mi celular porque me provoca diversión.
Entender esto, según Duhigg, es un paso muy importante para cambiar tu comportamiento y manipular tus hábitos. Pues, si lo haces, podrás identificar, no solo la rutina o el hábito que quieres eliminar, sino que también qué lo detona y por qué lo estás haciendo en primer lugar.
Después podrás jugar con esta información y buscar rutinas más saludables que te produzcan una recompensa similar para asociarlas con el detonante que te provoca buscarlo.
Por ejemplo, si comes chatarra cuando estás triste y lo haces para sentir felicidad, podrías cambiar la rutina de comer chatarra por otra que te provoque ese mismo sentimiento.
Si te gusta jugar fútbol, podrías asociar tu detonante de tristeza con la rutina de jugar fútbol, para así llegar a esa recompensa y cambiar tu hábito de comer chatarra por uno que te produzca un mayor beneficio.
Si fumas porque estás estresado, podrías encontrar otra rutina que te produzca tranquilidad, como la meditación o el dibujo, para asociarla con ese detonante.
El secreto no está en intentar arrancar el hábito de raíz o negar la recompensa que ansías tener, sino en entender el porqué estás haciendo lo que estás haciendo y buscar formas mejores para llegar al mismo sentimiento o recompensa al final.