Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
Desde un punto de vista metafísico, nuestra identidad es algo inefable. Es algo que no podemos describir ni explicar en su totalidad, porque no se encuentra en un plano material.
Si queremos tener una vida llena de descubrimiento personal, debemos evaluar nuestras relaciones y posesiones constantemente, y no anclar quiénes somos en algo o alguien en específico.
Debemos entender que en esta vida la única constante es el cambio, pues es lo que nos permite seguir creciendo.
Entre más arraigada esté nuestra identidad en algo, más doloroso será seguir el flujo natural de las cosas, y ser una mejor versión de nosotros mismos.
Además, si fijamos nuestra identidad en verdades absolutas, acabaremos siendo personas rígidas y temerosas al cambio, que se estancarán en una misma forma de ver la vida.
Mantener una identidad pequeña, que esté anclada en muy pocas verdades, tiene mucha importancia, pues entre más pequeña sea, más espacio nos daremos para cuestionarla, explorarla y crecer junto a ella.
Escucha esa voz interna que todos tenemos y mantente abierto a explorar todo a lo que tu curiosidad te lleve
Mantén tu identidad pequeña y siempre voltea a ver hacia delante.