Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
El filósofo Séneca tenía una forma muy peculiar de ver a la muerte. En lugar de verla como un evento específico, la veía como algo que estaba pasando en cada momento de su vida.
Él percibía que cada segundo se estaba muriendo, para crear un sentido de urgencia y apreciar más cada instante.
Esto puede parecer muy triste, pero pensar en tu propia mortalidad solo es deprimente si se hace sin fondo.
La muerte irónicamente es lo que le da vida a la vida, y es una herramienta que históricamente se ha usado para tratar al tiempo como un regalo y no desperdiciarlo.
Es un error pensar que eres joven y que tienes todo el tiempo para hacer lo que quieras, ya que esa mentalidad difícilmente te motivará a tomar acción, y solo premiará tu inactividad con un falso sentido de abundancia.
Debemos hacer las cosas como si la muerte nos estuviera persiguiendo, porque de verdad lo está haciendo, y no sabemos qué tan cerca está de alcanzarnos.
El sentido de urgencia que nos brinda nuestra propia mortalidad es el motor que necesitamos para hacer que las cosas sucedan.
Apresúrate el doble para hacer lo que tienes en mente y no lo dejes para mañana, porque ese no lo tienes asegurado.