Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
La artesanía es el elemento que distingue a nuestro trabajo del de las máquinas, y en una época digitalizada se ha convertido en la forma de sobresalir del resto.
El artesano, es la persona que ejercita un arte u oficio mecánico. Sin embargo, el término ahora es usado para referirse a quienes crean objetos con sus propias manos, imprimiéndoles su sello personal.
El artesano es el creativo que se enamora de su proceso, le encuentra gusto a su arte, y se enfoca en refinar obsesivamente su obra y su desarrollo.
La artesanía es algo a lo que debemos aspirar en nuestra disciplina, porque nos abre las puertas a una mejora continua que puede impactar favorablemente la calidad de nuestro trabajo.
Tomemos como ejemplo a los comediantes, quienes al hacer un chiste, refinan constantemente su material en el escenario, hasta que tienen una pieza que les funcione.
Ese proceso es difícil, y toma horas de práctica en bares baratos llenos de borrachos que casi nunca pagan por entrar, pero forma una parte integral del desarrollo de su obra y su disciplina.
Si el comediante no alcanza la artesanía en su trabajo, entonces no podrá tolerar esas horas en esos lugares malolientes.
Al obsesionarse con la creación de una buena obra, los artesanos son capaces de soportar los momentos incómodos que esto implica.
Debemos aspirar a convertirnos en artesanos de nuestra disciplina, para disfrutar nuestro proceso, y tener la capacidad de refinar y evaluarlo cada noche.
La personalidad casi obsesiva de un artesano lo deja en una posición en la que es más propenso a sobresalir del resto, ya que no solo refina su proceso constantemente, sino que también está motivado a hacerlo por el amor que le tiene a su arte.