Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
El músico Brian Eno argumenta que hay un poder muy fuerte en nombrar algo, pues constituye la invención de eso que se está nombrando.
Nombrar es una forma de escoger, ya que ponerle un nombre a las cosas indica que hubo un proceso de abstracción mental para determinar las características de lo que se está nombrando.
Por lo que nombrar se convierte en un proceso de delimitación que le adjudica un sentido o un propósito a algo.
Por esto, nombrar adecuadamente a nuestra obra es muy importante, pues representa una manera de delimitar el alcance de la misma y entender la propuesta que busca generar.
A veces pasamos mucho tiempo trabajando en un proyecto y no tiene el impacto esperado por el título que le ponemos.
Tener un buen título es esencial porque funge como la carta de presentación de tu trabajo, y es lo primero que ve o escucha tu audiencia.
Vamos a ser sinceros, ¿cuántas veces hemos leído un libro o visto una película por el título que tiene?
Los títulos importan, no hay otra forma de ponerlo. Es imperativo tomarnos el tiempo de pensar en uno bueno para cada una de nuestras obras.
Un buen título debe tentar al consumidor, pero sin caer al amarillismo.
La mejor manera de justificar un título provocador es con un producto con sustancia, y no hay mejor fuente de sustancia que haberle inyectado todo nuestro esfuerzo a nuestra obra.
Por todo esto, nombrar es un proceso que involucra la apreciación del panorama completo de la obra e indica la conclusión a la que el creativo ha llegado con la misma.
Debemos acostumbrarnos a nombrar adecuadamente, para forzarnos a realizar el trabajo mental que implica el nombramiento, y expresar el motivo de nuestro trabajo.
Trata tus nombres con cuidado, pues un mal nombre le puede arruinar la vida a una obra, y le puede cerrar muchas puertas.