Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.
En el arte, todo es material.
Para el creativo, toda experiencia es aprovechable, canalizable y es energía que puede ser destinada para crear una nueva obra.
Desde las tragedias hasta las celebraciones, todas sus vivencias son comida que su cerebro eventualmente puede expulsar como nuevas creaciones.
El trabajo del creativo no tiene principio ni final, pues cualquier pieza de información, en cualquier estado de conciencia, puede acabar manifestándose dentro de su proceso, y por consecuencia en su trabajo.
No tener la capacidad de apagar su mente en ningún momento es lo que hace la vida creativa algo tan increíble, pero tan agobiante.
Es una bendición y una maldición.
Abre los ojos, agudiza tus sentidos, y encuentra las relaciones escondidas en las situaciones cotidianas para exprimirlas y plasmarlas en tu nueva creación.
El camino hacia tu próxima obra puede estar frente a ti.