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El blog de Roberto — El arte de perder

Hazlo punk rock

Sun, Jan 02, 22
Hazlo punk rock

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

Hacer las cosas por el modo punk rock, quiere decir sumergirte en todos las etapas del proceso de tu trabajo, y tomar el control de cada una de ellas.

El punk rock es una corriente musical que empezó en los setentas en la que las bandas rechazaban el movimiento comercial que denominaban como mainstream.

Normalmente las canciones eran rápidas, cortas y con letras que desafiaban el status quo.

Sin embargo, la característica más atractiva de este movimiento es que promovía la cultura DIY, o hazlo tú mismo.

Las bandas punk normalmente producían sus propios discos y los distribuían en sus propias disqueras independientes.

Lo interesante de esta cultura, es que no solo es aplicable para la música, sino que también para casi cualquier otra industria.

Hacer las cosas por el modo punk rock, quiere decir sumergirte en todos las etapas del proceso de tu trabajo, y tomar el control de cada una de ellas.

El modo punk rock es la mejor forma de trabajar por primera vez en una obra, ya que te da un entendimiento integral sobre tu proceso de creación y el trabajo que implica cada una de sus etapas.

Una vez que hayas pasado por esta etapa punk, podrás decidir qué partes del mismo quieres delegar y cuáles quieres hacer tú.

Otro gran beneficio de hacer las cosas por este modo es que si más adelante decides contratar a alguien para que te ayude en alguno de los pasos de tu proceso, tendrás la experiencia para juzgar el tipo de trabajo que estás exigiendo, evitando así que se aprovechen de ti.

Esta forma de trabajo hará que tu proceso se vuelva mucho más efectivo y finalmente ocasionará que se vuelva más redituable, pues habrás creado un proceso de creación sano en el que solo las personas necesarias estarán involucradas.

Si sientes que esta ideología resuena contigo, saca el punk que llevas dentro y ponte a trabajar.

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La tecnologia como fuerza secundaria de evolucion

Sun, Jan 02, 22
La tecnologia como fuerza secundaria de evolucion

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

“Eventualmente los robots heredarán el mundo, pero serán nuestros hijos” - Marvin Minsky

La tecnología es una fuerza secundaria de evolución con la que contamos para ampliar nuestras capacidades motrices, técnicas y cognitivas.

La tecnología no es algo externo al humano, sino que es una manifestación de su inteligencia. No debemos tener miedo de incorporarla en nuestra vida, pues forma parte de nosotros.

El futurista Jason Silva dice que los aparatos tecnológicos son nuestros exoesqueletos. Son mejoras que nos hacemos continuamente para convertirnos en superhumanos.

Debemos quitarnos el miedo distópico de pensar que la tecnología es algo con lo que competimos, y entender que somos parte del mismo equipo.

El excampeón mundial de ajedrez Garry Kasparov afirma que los mejores jugadores de ajedrez en la actualidad son los que saben utilizar la tecnología como su aliada.

Él es un fiel creyente de que las jugadas más brillantes en el ajedrez surgen del poder de una supercomputadora y la intuición de un gran maestro.

Debemos aprovechar las herramientas con las que contamos, y ver en qué forma las podemos utilizar para elevar el nivel de nuestro trabajo y de nuestra vida.

La gran realización se encuentra en ver los avances tecnológicos como un modo de liberar recursos mentales para pensar en problemas mucho más complicados.

El científico Marvin Minsky decía que “eventualmente los robots heredarán el mundo, pero serán nuestros hijos”.

No debemos satanizar las nuevas herramientas o temer que nos sustituirán, sino que debemos analizar cómo nos pueden ayudar, y utilizarlas a nuestro favor para concentrarnos en lo nuevo y automatizar lo viejo.

Hazte amigo de la tecnología y hazla tu socia en cualquier aventura que emprendas.

Trabaja en cosas nuevas y deja que la tecnología se encargue del trabajo sucio.

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Corrigelo despues

Sun, Jan 02, 22
Corrigelo despues

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

"Escribo borracho y analizo sobrio" - Ernest Hemingway

Dividir tu proceso creativo en dos facilita tu trabajo, pues separa las voces en tu cabeza que se contraponen, y que evitan que avances.

Las dos etapas en las que puedes dividir tu proceso son la de creación y la de edición.

Primeramente, en la etapa de creación, debes tomar el rol de un artista inspirado que se desenvuelve sin filtros y plasma sin preocupaciones lo que quiere transmitir.

En esta etapa debes sentirte libre, y sin limitaciones que te detengan o te hagan pensar dos veces lo que estás haciendo, y basar tus decisiones en tus instintos y en tu gusto.

Esta es la etapa en la que abres tu mente y te deshaces de todo lo que has guardado con el tiempo.

Es importante que dejes que todo salga como tiene que salir, y no pierdas el tiempo en detalles minúsculos.

Una vez que termines esta etapa, tendrás en tus manos una colección de ideas y pensamientos crudos a la que tendrás que darle forma.

En la segunda etapa debes tomar el rol de un editor que le da sentido al flujo de conciencia que el artista puso en la mesa en la fase anterior.

La labor del editor es analizar todo lo que hizo el artista para escoger lo que sirve y lo que no.

En esta etapa debes enfocarte en los detalles de tu trabajo y lo que implica.

Dividir claramente los roles de estas dos etapas evita que los mismos se peleen y te ayuda a no caer en una parálisis.

Además, separar estos dos acercamientos hace que concentres toda tu capacidad mental en cada uno de los procesos de forma independiente, y evita que gastes energía en tratar de conciliarlos.

El escritor Ernest Hemingway tenía un acercamiento similar cuando escribía sus novelas “escribo borracho y analizo sobrio,” decía.

Divide tu proceso en dos, y libérate de las contradicciones de tus voces internas.

Escribe y plasma tu flujo de conciencia, y posteriormente analízalo para encontrar lo que te sirve y lo que no.

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Un extraño nuevo mundo

Sun, Jan 02, 22
Un extraño nuevo mundo

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

Hoy más que nunca, debemos practicar el desapego de nuestros archivos y verlos como una carta de presentación.

En una era en la que existe mucha oferta de información, el valor de los archivos, como las canciones o los documentos, está tendiendo a cero.

Esto significa que el nuevo paradigma del creativo para obtener dinero de su trabajo se está moviendo en otra dirección, y ahora debe encontrar otras maneras de darle un valor agregado a su audiencia y poder vivir de su arte.

Los modelos de negocio en industrias como la música han cambiado drásticamente.

Por ejemplo, hoy en día, el disco físico ha dejado de ser la principal fuente de ingresos de los músicos, y se ha convertido en un artículo sentimental de colección que solo obtienen algunos fans.

La base económica para los músicos se ha convertido en la suma de lo generado en conciertos, eventos en vivo y la venta de otros artículos periféricos que resaltan la personalidad y el valor de cada artista.

Quizás las personas ya no compran discos, pero ahora existen muchas más maneras de que la audiencia pueda apoyar a los artistas, comparta su trabajo, y se comunique directamente con ellos.

Hoy más que nunca, debemos practicar el desapego de nuestros archivos y verlos como una carta de presentación.

Encuentra distintos medios para manifestar tus propuestas y diversifícate lo más que puedas para que no dependas de una sola fuente de ingresos para vivir de tu arte.

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Nombrar algo es inventarlo

Sun, Jan 02, 22
Nombrar algo es inventarlo

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

Trata tus nombres con cuidado, pues un mal nombre le puede arruinar la vida a una obra, y le puede cerrar muchas puertas.

El músico Brian Eno argumenta que hay un poder muy fuerte en nombrar algo, pues constituye la invención de eso que se está nombrando.

Nombrar es una forma de escoger, ya que ponerle un nombre a las cosas indica que hubo un proceso de abstracción mental para determinar las características de lo que se está nombrando.

Por lo que nombrar se convierte en un proceso de delimitación que le adjudica un sentido o un propósito a algo.

Por esto, nombrar adecuadamente a nuestra obra es muy importante, pues representa una manera de delimitar el alcance de la misma y entender la propuesta que busca generar.

A veces pasamos mucho tiempo trabajando en un proyecto y no tiene el impacto esperado por el título que le ponemos.

Tener un buen título es esencial porque funge como la carta de presentación de tu trabajo, y es lo primero que ve o escucha tu audiencia.

Vamos a ser sinceros, ¿cuántas veces hemos leído un libro o visto una película por el título que tiene?

Los títulos importan, no hay otra forma de ponerlo. Es imperativo tomarnos el tiempo de pensar en uno bueno para cada una de nuestras obras.

Un buen título debe tentar al consumidor, pero sin caer al amarillismo.

La mejor manera de justificar un título provocador es con un producto con sustancia, y no hay mejor fuente de sustancia que haberle inyectado todo nuestro esfuerzo a nuestra obra.

Por todo esto, nombrar es un proceso que involucra la apreciación del panorama completo de la obra e indica la conclusión a la que el creativo ha llegado con la misma.

Debemos acostumbrarnos a nombrar adecuadamente, para forzarnos a realizar el trabajo mental que implica el nombramiento, y expresar el motivo de nuestro trabajo.

Trata tus nombres con cuidado, pues un mal nombre le puede arruinar la vida a una obra, y le puede cerrar muchas puertas.

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La autopsia de tu trabajo

Wed, Dec 29, 21
La autopsia de tu trabajo

Este artículo originalmente apareció en mi libro El arte de perder.

Pon tu obra en una mesa de operación, ábrela y analízala para entender de qué está compuesta y cómo puedes mejorarla.

El aprendizaje vive en la reflexión, por lo que para poder aprender de una obra y mejorar, es necesario que primero la analices fríamente.

Cada vez que termines una obra, debes tomarte el tiempo de ponerla en una mesa para realizar un análisis post mortem.

Es decir, que después de que termines cada trabajo debes tomarte el tiempo para pensar en qué fue lo que hiciste bien y qué fue lo que hiciste mal.

Es recomendable que primero hagas este análisis de forma individual, y que seas brutalmente honesto contigo mismo.

Una vez que hayas hecho esto, podrás compartir tus conclusiones con otras personas que respetes y que se desarrollen en tu mismo medio, para crecer con su retroalimentación constructiva y honesta.

Quizás este proceso suene terriblemente incómodo, pero ser honesto con tu trabajo, verlo, descomponerlo y analizarlo objetivamente es la mejor manera de progresar.

Pon tu obra en una mesa de operación, ábrela y analízala para entender de qué está compuesta y cómo puedes mejorarla.

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