Esta semana vi por primera vez La conversación, una película dirigida por Francis Ford Coppola en 1974. Es una historia que gira en torno a Harry Caul, un especialista en vigilancia que se dedica a espiar a personas, grabar conversaciones y luego vender esa información a quien lo contrate. Pero más allá del trabajo técnico que realiza, lo que realmente explora la película es cómo ese tipo de oficio termina afectando su mundo interno… su percepción de la realidad y su relación con los demás.
Lo que más me llamó la atención es que, al estar grabada en los años 70, puedes asomarte a cómo era ese mundo analógico del espionaje. Nada de satélites, ni cámaras ocultas en celulares, ni algoritmos invisibles que te espían sin que lo notes. Todo era más físico, más mecánico, más torpe… pero también más humano. En una época donde hoy literalmente llevamos un micrófono en el bolsillo todo el día, esta película sirve como un recordatorio de los orígenes de esa industria del control y la vigilancia. Una especie de proto-distopía que en su momento parecía ciencia ficción… y que hoy es simplemente parte de la vida cotidiana.
Lo más valioso, creo, es que La conversación humaniza algo que hoy en día se ha vuelto automático. Nos acostumbramos a pensar en la vigilancia como algo abstracto —una app que nos escucha, una cámara que todo lo graba— pero aquí vemos lo que pasa cuando es un ser humano el que tiene que enfrentar las consecuencias de lo que escucha. Cuando un micrófono capta no solo voces, sino dilemas éticos, culpas, paranoia.
La película está filmada con una precisión quirúrgica. Los silencios, los planos largos, la forma en la que la cámara te hace sentir encerrado en el mundo del personaje… todo construye una sensación de angustia que crece poco a poco. Y la música juega un papel fundamental. Harry Caul, el protagonista, es saxofonista, y en medio de su aislamiento y su paranoia, el saxofón se convierte en su única forma de expresión auténtica. No se abre con nadie, pero la música sí habla por él. Hay algo profundamente melancólico en eso.
Más de cincuenta años después, La conversación sigue siendo increíblemente relevante. Tal vez incluso más hoy que cuando se estrenó. Porque ahora el espionaje ya no necesita micrófonos escondidos en una plaza… ahora lo llevamos en la mano, en la oreja, en la sala de nuestra casa. Y sin embargo, seguimos sin tener claro qué consecuencias tiene toda esa información que circula sin que sepamos quién la escucha.
Una gran película. De esas que te invitan a apagar el celular por un rato… y preguntarte quién está realmente escuchando.